Los lugares descansan en ese bosque de otoño. Viajo un poco
para escapar de los espacios que no me satisfaces aunque si acostumbro. Los
sucesos en el diario, despertar temprano, el óxido en las ventanas,
las gotas de este calefactor averiado.
La casa se encuentra al lado de un lago. En invierno el agua mojaba suavemente los pilotes, pero ahora
ese mismo invierno parece escondido, jugando con la arena, mar adentro, haciendo
castillos con las piedritas que recoge del fondo.
Yo sueño con mundos pasados, cuando regreso a lugares y
entonces me pregunto dónde, en qué lugar habré dejando tanto. Tropezando
quizás, se me han caído algunas cosas, costumbres y cielos. No vuelvo para
padecer sino más bien para soslayar algunas costuras flojas.
Ese espacio enorme se recoge en el vestíbulo y se expande en
la sala de sillones, allí todo es enorme, tal cual como lo dejamos la última
vez, entre sabanas y pantalones, sacudo libros y los átomos parecen desfilar en líneas precisas que han cruzado todo el
universo que por lo menos yo conozco: la atmósfera, las hojas rojas y ahora están
aquí, luego de todo ese viaje (quisiera ser como la luz que viaja sin perder el
tiempo).
Cuando ha llegado, ya todo está limpio, al menos las cosas sobre
las que podría colocar atención.
Las estrellas fugan de nuestra vista
El vino se mezcla con la sangre
La habitación se inunda de esa mezcla y en la extravagancia
siempre implícita en los cuerpos desnudos, persuadimos a las velas con un
poco de trazos y pliegues para que parezcan más oscuras de lo normal. Ellas aceptan
a cambio de ser espectadoras y poder mover sus fuegos mientras nosotros movemos
los nuestros.
Todo se aclara, las cosas parecen de nuevo volver al lugar
Volver al espacio, a lo diario.
ya no está.
los edificios cambiaron el lago
solo hay fantasmas
pero en los sótanos aun están las sabanas, el olor y los
colores, pero todo bajo polvo no tiene el mismo sabor.
El invierno
parece comprarle café a una mujer, todo se traduce en vidrios y reflejos. No
esta ahí lo que quiero, no está ahí lo que siento, tal vez está entre las
escaleras, bajo los ascensores o entre los fierros. He perdido su rastro, dime
algo que parezca salir de los cuadros que hemos pintado para vivir aquí, para
seguir respirando donde no hay olas, donde no hay cielos.
Acostumbro
a sentarme frente al espacio que me ha dejado solo en el universo, y dentro de
ese lugar, retorno a lo innecesario, retorno a lo nefasto,
o lo
desagradable de palabras rimando de,
de
costumbres envueltas en papel de regalo.
Al fondo hay
un lago, es primavera.
La catarsis
de las flores y las abejas,
se contrae
el cosmos y vuelvo.
El agua
humedece las rocas.
Traigo una
caña de pescar,
la dejo en el suelo, tomo la punta del hilo,
ya es
invierno
y vuelo en
la lentitud de un mal sueño,
soy el anzuelo.